Cuando los
que nos dedicamos a las Artes Gráficas, oímos la palabra “chibalete”, nos entra
cierta nostalgia, aún cuando la mayoría de nosotros no hemos trabajado con uno
de ellos. Cierto es, que en nuestros momentos de estudio, los hemos toqueteado
y admirado cuando hemos visitado un museo de artes del libro, o alguna que otra
imprenta que lo guarda con el esmero de quien custodia un tesoro.
Comúnmente de madera, con una cubierta inclinada
destinada a la composición de la galera, con tipos móviles de plomo, guardados
en esas cajas, dispuestas en sus correderas las unas sobre las otras,
delimitándonos las diferentes familias tipográficas y los signos de puntuación,
con su contenido y cometido.
Gracias a
este mueble y a las artes del tipógrafo, hemos podido disfrutar a lo largo de
la historia de nuestros queridos libros.
Pero, ¿podemos
llegar a imaginarnos que este mueble, sea destinado a otro cometido?, o mejor
dicho, ¿qué otra representación podría recibir un Chibalete? Esta respuesta la
encontré este fin de semana, cuando visitamos la exposición “Cartografías
Contemporáneas”, en el Caixa Forum de Madrid. Allí, viendo las reflexiones a
cerca de los concepto de mapa y territorio elaborados por artistas del siglo XX
y XXI, uno de ellos propone pensar el Chibalete como espacio, un lugar dividido
cual mapa; imaginemos pues, una caja como base, ese terreno dividido en sus
ciento veintidós compartimentos, cada uno destinado a un tipo, filigrana, o
signo. Un mundo que contiene sus marcas de territorio a modo de comarcas, hitos
o pueblos porque, en un chibalete caben infinidad de mapas.
Este pequeño
homenaje a este mueble, hoy ya en desuso, me ha hecho pensar en la multitud de
posibilidades nuevas que podemos otorgar a este objeto-espacio.
Y a ti, ¿qué
se te ocurre que se puede hacer con un Chibalete?